Station Eleven: el papel del humanismo tras el fin del mundo

Crítica extendida de la versión reproducida en FilmAffinity.

    Tenía esta serie apuntada desde hace tiempo, pero no me decidí a verla. No sabía cómo sería de larga, apenas tenía un 6 de media... Un conocido me la recomendó (sin haberla acabado) y dije: «Qué demonios». En menos de 48 horas ya la había devorado.


    Esta serie no es una serie postapocalíptica al uso. No es The Walking Dead ni el videojuego de The Last of Us ni esa comedieta de The Last Man on Earth (menos mal). Al principio, después de un piloto espectacular, uno queda un poco con la duda de adónde le llevará esta serie. Pero entonces te das cuenta de que no es nada de todo eso. Es mucho más. Y mejor.

Para disfrutar aún más Station Eleven yo recomendaría digerirla en un lotecito, un tríptico en conjunción con El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) y Hojas de hierba (Walt Whitman (1855). ¿Por qué? Porque esta serie no va del fin del mundo, va del comienzo del mundo, de las bases de la civilización, las humanidades y el hecho ontológico.


—GRUPOS

    En Station Eleven hay una sociedad en reconstrucción. Pero los grupúsculos que se forman no tienen nada que ver con TWD, por ejemplo, rodeados de munición infinita, técnicas de guerra, un poli justiciero o comandos de pirados. Los grupos que se forman en esta serie se caracterizan por corresponder a los elementos más inútiles y poco funcionales de la sociedad: profesiones de parásitos.


1. Un grupo de cómicos de la legua donde se inserta nuestra protagonista. Han pasado veinte años desde el fin del mundo y alguien decide crear una compañía de teatro. Estupendo.

2. Un retiro burgués lleno de profesores que prefieren el minigolf a los libros (en palabras de uno de ellos). Su comida está envasada al vacío en bolsas de plástico.

3. Una secta de un tipo que quiere crear un nuevo orden mundial, rompiendo con los moldes de una antigua civilización.

4. Un grupo de conservacionistas que se aíslan del exterior y crean un museo para conservar todas las reliquias del mundo antiguo.


    Todos estos grupos son parásitos en tanto que, en sociedad, dependen de otros grupos o gremios. No hay actores sin público. No hay docentes sin contribuyentes (ni alumnos). No hay museos sin visitantes. No hay sectas sin incautos. Todos ellos constituyen estructuras que trabajan con la palabra, dependen de la palabra y crean mundos y realidades con la palabra, con el discurso. Y aquí está el punto fuerte de la serie: SON CREADORES. Station Eleven es una apología del humanismo, del papel creador del hombre. En El club de los poetas muertos Robin Williams decía que los médicos, los ingenieros y los economistas son profesionales necesarios y que dignificaban la vida, pero el poeta (recordemos su sentido etimológico griego: «poiesis»: creación) es necesario para dotar de sentido al mundo. La reconstrucción de un mundo no solo son sus infraestructuras físicas, sino también mentales. Una idea —decía Robin Williams— es capaz de transformar el mundo.


También hay dos grupos especiales en la serie. Atentos.


    Uno es un punto de reunión de mujeres embarazadas que van a dar a luz. Una especie de hospital improvisado, capitaneado por una doctora entusiasta, enérgica y algo grillada. Ahí no hay libros, no hay teatro. Pero hay algo de música y esperanza. Estas embarazadas hacen referencia al nuevo mundo en el que habitan (ese en el que se crean conceptos como «Los cien días» diciendo: «We need new words». Ya marcan la necesidad de configurar una nueva realidad ideológica que ayude a construir la nueva realidad material/humana que ellas están ayudando a producir. Son conscientes de la necesidad del discurso de forma conjunta a la repoblación.

    El otro grupo es el de una especie de villanos sin caras ni nombres llamados «Los bandanas». Son unos salvajes que simplemente se dedican al terrorismo. En un momento dado atacan a Kirsten y Tyler, disparando veneno con una cerbatana a nuestra protagonista. Se dice que el veneno lo han creado ellos (tiene nombre propio) y que el que disparó a Kirsten es DENTISTA (ojo, en Hamlet no había dentistas, pero había mucho veneno). Los malos en esta serie son los profesionales técnicos que, sin humanismo, han perdido el norte y han dejado de ser humanos. Se supone que un dentista trabaja para mejorar la salud, para evitar el dolor, etc. Pero aquí se da el caso contrario. En esta serie, si quieres saber si alguien tiene un buen o mal fondo, tienes que observar si es creativo o no. El vigilante de seguridad del museo toca el ukelele, por ejemplo. También realiza trabajos técnicos y tiene conocimientos técnicos. Pero en él pervive un ápice de humanismo que sublima en forma de música.

    Por otro lado, respecto a la referencia de Hojas de hierba es interesante apuntar que Walt Whitman es el poeta de América. El bardo capaz de cantar al ser, a la comunidad y a una América enorme, agreste, salvaje, fuerte, democrática y poderosa. Representa la idea del peregrino, algo muy ajustable al carácter errante de una compañía de teatro y de una sociedad en reconstrucción; y, al mismo tiempo, una imagen muy propia de los Estados Unidos a través de los wéstern, modernos o clásicos, y las diversas historias de peregrinajes a través de las carreteras y vastas llanuras (los ejemplos en cine y literatura son innumerables).

    También, por supuesto, subyace Hamlet somo sustrato de toda la serie. Hamlet es una pieza que en algún momento dicen que ya no la interpretan o que no quieren hacerlo, pero no dejan de volver a ella constantemente. Hamlet es el teatro inglés por antonomasia. Es su Quijote teatral y sirve, además, para incrustarse de forma metanarrativa en la historia y evocar el poder catártico de unos personajes que subliman a través del poder del arte. De algún modo esta obra también es quijotesca en tanto su prodigiosa polifonía: esa incorporación de piezas musicales, líricas y teatrales por parte de los personajes en mitad del relato, aparte de las metanarraciones relativas a Hamlet o el libro de cabecera de la serie (casi sagrado para muchos personajes) que permite hacer lecturas en clave semítica de la obra.


—PERSONAJES

Miranda:

    Enlazando con «el libro sagrado» debemos hablar de Miranda. Miranda, aparte de significar: «Digno de ser mirado» en latín, también es un personaje shakespeariano, de La tempestad (recordemos que la personalidad de Miranda en Station Eleven está marcada por un accidente que mató a su familia en la isla donde vivía, por culpa de un huracán, una tempestad). Miranda representa a una especie de dios creador. Ella es la causante de todos los conflictos de la serie. Ella forjó el carácter de Tyler al dar órdenes al piloto de que no dejara salir a los pasajeros y ella dedicó su vida a crear un libro que se convertiría en sagrado en las manos de Tyler y Kirsten. En el capítulo ocho Gael García Bernal decía que ella representaba el claro ejemplo del creador, alguien que lo hace no para ser visto o admirado, sino por la mera satisfacción de crear, de trascender. El creador como necesidad. También destruyó su obra a través del fuego en un arranque de violencia, de igual modo que Tyler destruye el museo del aeropuerto a través del fuego, así como el avión con los cadáveres veinte años atrás. Se juega con el fuego como un elemento catártico que permite reconstruir lo viejo y separar etapas (ruptura de Miranda con Arthur y ruptura del mundo antiguo con el nuevo de Tyler, así como su propia evolución de niño a adulto).

    Arthur: Conocemos a Gael García Bernal interpretando al rey Lear. Él es encargado de entregar los ejemplares del libro a Tyler y Kirsten. Es como una especie de Moisés en esa cadena logística que inicia Miranda. Recordemos que Miranda se dedicaba a la logística. Dice sobre ella: «Always had sense to me», definiendo la logística como el proceso encargado de llevar algo del punto A al punto B, no necesariamente a través de la vía más corta y directa. (En veinte años de narración hay lugar en nuestra serie para muchos desvíos, adelantos y atrasos: se trata de otra reproducción más, en distinta escala, de la vida de los personajes en la propia materialización metanarrativa que cuenta sus historias).

    Kirsten: La apoteósica Mackenzie Davis es un personaje algo especial. De algún modo ella, nuestra heroína, representa al caballero renacentista de armas y letras. Está formada en el libro sagrado, pero lo abandonó definitivamente cuando descuidó a un bebé que tenía a su cuidado. Pudo separarse del libro, pero sigue formando parte de ella. Al mismo tiempo, está formada en teatro, es una gran actriz y es una creadora. PERO también es una guerrera. Monta a caballo, protege a los suyos, va armada con cuchillos y sabe utilizarlos. Consigue neutralizar a una caterva de dentistas-terroristas ella sola (qué acertado este concepto de dentistas que siembran el terror, ¿no?). Es el personaje más fuerte de todos. Casi indestructible. Confía en un nuevo mundo sin renunciar al antiguo, a diferencia de Tyler

    Hay personajes también muy ricos en matices; especialmente Tyler, que es la versión más desventurada del fanatismo religioso. A través del libro de Miranda se reproduce muy bien ese matiz de las religiones semíticas propio de sociedades que solo han leído un solo libro. Los niños-soldado de la secta de Tyler ni siquiera han tenido acceso al libro, pero lo conocen y lo siguen a pies juntillas, sin cuestionarlo (¿A qué nos suena esto?). Es curioso que, según Tyler, en el momento en que él faltó unos días, tras ser atacado por Kirsten, dice que los niños modificaron la narrativa que él había creado, cometiendo actos que él no había ordenado. (Cambio de tiempos, muerte del lider, cismas internos, escisiones, etc.). Tyler es un personaje carismático. De igual forma, hay otro personaje carismático a través del discurso que es Clark. Un actor sin mucho talento que acabo siendo coacher de empresarios y tiene la capacidad de reunir a la gente, motivarla y embaucarla con la palabra. Por eso se configura como el antagonista de Tyler. Uno, en el nuevo mundo (los niños); el otro, en el viejo mundo (el museo, lo viejo).

    Existen también muchísimos juegos de conceptos en la serie dignos de ser reseñados. Lo nuevo, lo viejo, el antes, el después y relaciones entre los personajes que constituyen una apología constante al arte, como el Hamlet que hacen Tyler y su madre o el Station Eleven que hacen Jeevan y Frank, donde Frank ya ha decidido que quiere morir y, a modo de prolepsis, insta a Jeevan a que le diga adiós dentro de la obra (negándose Jeevan a hacerlo). También sería interesante hablar de la evolución de los personajes, de sus miedos, sus transformaciones, sus complejos y su infelicidad, pues cada uno es infeliz a su manera, que diría Tolstói. Y las relaciones que hay en la narración. Frank, por ejemplo, quedó herido por pisar una mina (como la de los niños de Tyler), mientras trabajaba como corresponsal para una revista tan ridícula como Vanity Fair. Luego tomaba heroína para soportar ser un escritor fantasma; alguien que era médico de formación y que ganó un Pulitzer a los 23 años. Jeevan, por ejemplo, tenía muchísimas nociones de Medicina (según él, por ver Urgencias), pero era crítico cultural. ¿Habría estudiado Medicina?, ¿lo habría dejado por esa especie de esquizofrenia que parecía tener...? Respecto a Clark, el representante del Viejo Mundo, también es interesante hablar de Miles, el amante de Clark. El vigilante que toca el ukelele es el contrapunto práctico de Clark, aunque también sensible, por cuanto que es creador. Luego, es cierto, hay personajes más planos y casi cómicos, como la portera del equipo de fútbol que el loco pasó de ella y que simplemente, en veinte años, ha evolucionado a... vigilante malhumorada con escopeta. Carne de Badanas. ¡Seguro que era de ciencias!


MÚSICA.

    Por último, uno de los pilares más fuertes de la serie y que más me apetecía comentar es el de la música. Los personajes crean, componen, reproducen. Hay un caso de un padre que sobrevivió a su mujer y su hija y configuró un sintetizador para que reprodujera frases de su hija asociadas a cada tecla del piano. Hasta en los personajes más anecdóticos se muestra a menudo esa necesidad existir creando.

    Una de las piezas que más suenan y que incluso podemos ver en una partitura junto a un piano abandonado en el edificio de Frank es La campanella de Franz Liszt. En la partitura alguien anotó: «IMPOSIBLE!!», no en vano representa el cénit de la dificultad técnica al piano. Suena una versión de Paganini, el violinista al que dio vida Klaus Kinski, y que tiene fama de ser el mejor (a partir de él, creo, desarrolló Liszt esa obra. El uso de esta pieza es reconfortante y sobrecogedor, especialmente en una escena que inicia capítulo en la que Kirsten está buscando a Alex cuando es bebé y cuando es adolescente de forma intercalada en la narración. La campanella representa la dificultad que entraña la creación; pero, al mismo tiempo, también la belleza que apremia el esfuerzo del creador.

    El resto de temas, tanto compuestos originalmente para la serie como los añadidos, como el de Bob Dylan o A Tribe Called Quest son deliciosos simplemente porque, aparte de su valor musical, saben entrar en los momentos donde el ritmo de la historia más apetece de ellos.


EPÍLOGO

    Para mí es una serie casi perfecta. Habría ahorrado algún momento especialmente pasteloso. Solo uno. Para mí el más innecesario. No lo habría quitado; solo recortado. Es el momento en el que Miranda habla con Hugo Bennett, el piloto de la aeronave de infectados. Se hace excesivamente lacrimoso, y el hecho de que Hugo se llame así por la misma tormenta que mató a la familia de Miranda, y se explicite en ese momento y de forma tan directa, me pareció accesorio y un pelín infantil para el ritmo tan comedido que llevaba la serie hasta ese momento. Quizá viéndola una segunda vez lo contemple de otra manera.


    Merece la pena ser vista, por supuesto. No merece ese seis y medio que tiene de media en Filmaffinity en noviembre de 2022 porque no es una serie más ni una serie mediocre. Una prueba más de que las medias siempre son brújulas erróneas. Es una historia realmente bien compuesta con una idea muy clara. Un concepto, una pregunta: qué somos y para qué venimos al mundo. Respecto a la trama, esa forma de avanzar en el tiempo constantemente, a mí me parece algo dinámico que no marea ni te pierde En The Last of Us 2, por ejemplo, sí es un poco excesivo. Pero aquí hace que la serie gane mucho más de lo que pierde porque permite tener la cabeza en distintos sitios, recomponiendo las piezas del puzle y descubriendo y redescubriendo lo que está sucediendo delante de nuestros ojos.

    Station Eleven representa el papel del homo faber o del homo ludens, el mamífero que crea, que juega, que es capaz de crear mundos abstractos y que no viene al mundo solo para construir puentes, sino para desarrollarse a sí mismo a través de sí mismo y de los demás.






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